A veces es mejor no tener razón.
Y vos ¿querés tener razón o ser infeliz?
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374. Perdón que te pique, sal.
En algún punto era obvio y era cantado. Cuando tu vida se centra en qué es verdad y qué es mentira y en cómo expresarte a través de una ilusión. Ilusión es la palabra que elegimos nosotros para no decir “mentira”, para no decir “engaño”. Pero bueno, es una ilusión.
Al final caés en la cuenta de que no hay que tener miedo al falso impostor. Hay que celebrarlo, lo extraño. Más quisiera ser falso impostor. Porque al final yo tenía razón. En mi caso, por lo menos, nunca el “yo tenía razón” va acompañado de una buena noticia. No sé si por pesimista o porque simplemente cuando las noticias son buenas tampoco es para andar machacando con “yo tenía razón”. Si la noticia es buena ya está, la noticia es buena, no hace falta ninguna decoración, no hace falta cotillón. La noticia es buena, chau, ocupa todo el espacio posible, no hay margen para más nada. Cuando la noticia es mala, tenés tiempo infinito de analizarla, de relativizarla, de justificarla.
Y tenía razón, era un impostor.
Y en algún momento se iban a dar cuenta y se dieron cuenta. Claro, lo que sí sucede, y no lo estoy relativizando, es que no cambió nada de que empezó hasta que terminó. No hubo un engaño. Esta vez estaban todas las cartas sobre la mesa. Y hubo un día en que esas cartas les servían y otro día ya no les sirven más. ¿Por qué? Bueno, explicaciones, excusas hay muchas, pero la realidad es una sola. Y es que ese Guillermito que tenía un cartel que dice
“no vas a poder hacerlo” esta vez tenía razón. Desafortunadamente no estoy hablando de sexo: todavía no llegó ese momento, pero muy lejos no debe estar. Más de una vez pienso también eso, hay un momento… hay uno que es el último. Y tan lejos no está.
A mi mujer no le gusta que yo escuche música uruguaya. Dice que me pongo triste. Y tiene razón. Y a mí me gusta escucharla por el mismo motivo, pero es cierto que aprendí, como esos que dejan de consumir algo, que hay momentos y momentos. Y entonces acepté que no estoy siempre para escuchar a Jaime Ross[1] cantando “Adiós Juventud”[2]. Casi que no estoy nunca para escuchar a Jaime Ross cantando “Adiós Juventud”. Acá la puse más de una vez (hablo de la canción): y es terrible, es demoledora. Para los que estamos entre los cuarenta-y-largos y la muerte, te empieza a sonar cada vez más cercana la canción. “Adiós Juventud no puedo esconder las canas”: yo me veo al espejo y los pocos pelos que tengo son todos blancos. Cuando me dejo la barba parezco Papá Noel, lo odio. “¿Y por qué no te afeitas?”. Y no me afeito porque tengo papada. Sí, soy yo: el mismo que le dice a su hija adolescente que la apariencia no es lo más importante de todo. Soy yo el que me dediqué toda la vida a trabajar de explicar que lo que ves es solo una parte de lo que hay. Y que no es lo más importante.
Creo que parte del problema tiene que ver con la maldad, tiene que ver con lo certero de lo liviano con lo que uno juzga al mundo. Yo me burlaría de mí: si yo no me conociera y me viera hoy, me burlaría de mí. Y entonces pienso “claro, tengo mil explicaciones de por qué pasan esas cosas que me harían burlarme de mí”. Pero si yo me burlara de mí, no atendería a todos esos motivos, a todos esos atenuantes. Entonces, con el paso del tiempo, empecé a aprender a no ser tan terminante en mis opiniones. A no decir “es una cagada”, a decir “no me gusta”. A no decir “está mal”, a decir “yo lo haría distinto”. Pero creo que no sé si eso es genuino del todo, o si lo único que hago es intentar contagiar en los otros esa clemencia a la hora de juzgarme a mí. ¿Será que ahora soy más empático porque siento que necesito más empatía?, ¿o será que genuinamente soy más empático? Yo quiero creer lo segundo, pero a veces pienso si no es lo primero. Si me fuera excelente, si estuviera on top of the world, ¿sería empático? Sabés que me cuesta entender que sí. Intento pensar en mi humilde momento bueno. Digo “humilde” porque siempre los momentos buenos o malos son completamente relativos: o sea, son relativos a vos, no al resto del mundo. Para el resto del mundo mi mejor momento, al lado del mejor momento del promedio del mundo, seguramente es poco. Pero bueno, para mí hubo un momento, como para todos quienes estén escuchando esto, hay un momento en tu vida que fue hasta ahora el mejor. Y yo pienso, ¿era así en ese momento? Yo quiero creer que sí. Pero no lo sé.
Estoy pensando, siempre estoy pensando. Siempre me dice mi amigo Ciclón Boedo “vos pensás demasiado”: es verdad. Pero… casi nunca son cosas útiles las que pienso demasiado. Pero estoy pensando muchas cosas: estoy pensando en algo que me ilusione y no lo encuentro. No lo encuentro. Lo más cercano es imprimir cosas en 3D. Lo más cercano es cuando puedo… algo que no debería desbloquearlo, descargarlo, reproducirlo. Mirá con qué poco.
Como dice Zambayonny[3] “en las malas festejamos laterales”[4]. Bueno, quizás si miro todos los días que pasaron en este mes y nunca grabé un capítulo, quizás hoy sea un buen momento. Eso lo sabremos la próxima vez que vuelva a prender este grabador y que diga que la prueba es que Banfield ganó a Boca[5]. Y que No Es Nada.
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Jaime_Roos
[2] https://open.spotify.com/track/3KAPKG9vwy1EtgSQzFiF5M
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Zambayonny
[4] https://www.youtube.com/watch?v=eHdiHbM0zOg
[5] https://tntsports.com.ar/videos/resumen_banfield_boca-vf20230312mp4.html