Walter Bensusán. Me dió una gran lección e invitó a sus alumnos un fernet. Profesores así ya no se consiguen.
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359. lo
“Competencias Culturales”, Catherine Kerbrat[1]. Todavía me lo acuerdo. Es una de las cosas más interesantes que aprendí en la universidad. Yo estudié en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora[2], educación pública (la República Argentina), gratuita; la primera universidad estatal (hasta donde yo sé) que daba la carrera de Licenciatura en Publicidad; carrera que como tal no terminé: tengo un (especie de) título intermedio, que cuando yo estudiaba no existía. Es medio como un título que te dan con el VAR[3], porque cuando yo estudiaba era todo o nada. Pero ahora hay títulos intermedios, entonces con la cantidad de materias que tengo es como “dame todo esto de caramelos”, “dame todo esto de materias”: tengo un título intermedio.
Tuve algunos profesores que me enseñaron algunas cosas muy buenas. Me las acuerdo muy puntualmente. Hubo una que me mató: me la enseñó “Waltito” Bensusán[3]. Si alguien escucha esto de Zona Sur quizá sabe de quién estoy hablando: el gran Waltito, un profe políticamente incorrecto, que sabía mucho y que básicamente lo que más me gustaba era que trabajaba de lo que enseñaba (que no siempre pasa en la facultad). Su materia era “Comunicación Visual”, él era diseñador gráfico. Estoy hablando hace… ¡30 años! 30 años de esto que estoy contando. Y arrancaba su clase diciendo “bueno, ustedes son alumnos de Publicidad, ¿verdad?”. Sí, todos levantaban la mano: había alguno que otro de Relaciones Públicas. Por lo general Relaciones Públicas estudiaban minas que estaban buenas (únicamente), y Relaciones Laborales estudiaban compañeros peronistas. Esa era un poco la distribución. Y Publicidad estudiábamos algunos que queríamos hacernos los lindos y no nos salía. No éramos tan lindos (iba a decir una barbaridad) para estudiar Relaciones Públicas, pero tampoco teníamos tanta conciencia de clase como para estudiar Relaciones Laborales. Bueno, levantábamos la mano todos los de Publicidad, y Waltito decía “¿y ustedes por qué quieren ser publicitarios?”. Entonces dejaba habla a uno, a otro, a otro. Y claro, todos decíamos una sarta de boludeces infernales y en un momento dijo “¿y alguien quiere estar acá por su buena artística, alguien quiere estar acá para desarrollar su arte?” Y dos o tres levantaban la mano, todos los años (después me enteré que lo hacía todos los años). Y Waltito decía “bueno para todos ustedes tengo para recomendarles un profesor de guitarra y uno de pintura porque la publicidad no tiene nada que ver con el arte. El que quiere hacer algo artístico tiene que ir a hacer arte. Esto es un trabajo, y vamos a hablar en mi materia de comunicación visual, y la comunicación visual no es ni linda ni fea: funciona o no funciona”. Me lo acuerdo como si fuera hoy y fue una enseñanza espectacular: un sistema gráfico funciona o no funciona; el modo en que vos medís un sistema gráfico no es en “me gusta” o “no me gusta”, es en “funciona” o “no funciona”. Porque un sistema gráfico tiene un fin, tiene una utilidad: puede ser en algún caso generar ventas, puede ser en otro caso indicar algo (la señalética), puede ser en otro caso explicar algo (una infografía, el diseño de un formulario para un trámite). Ni hablar de web: la usabilidad, que cargue más rápido. Funciona o no funciona. Si tengo que hacer una pieza donde tiene que lucir el producto, se hace de cierta manera. Y donde tengo que hacer una pieza que tiene que lucir el logotipo, se hace de otra manera. Y si tengo que esconder que el producto es pequeño, para que eso funcione lo tengo que hacer de otra manera; y si tengo que connotar frescura en una hamburguesa, lo tengo que hacer de una manera; pero si quiero poner el énfasis en que es la más grande del mercado, lo tengo hacer de otra manera. Bueno, todo eso no tiene que ver con un sistema gráfico, pero todo eso funciona o no funciona. Ahí aprendí que los logos no son lindos o feos: los logos funcionan o no funcionan. Un logotipo que tiene que connotar exclusividad, lujo, no importa si es lindo o si es feo: lo que importa es que cuando yo lo vea diga “ah, esto debe ser algo lujoso”.
Aprendí unas cuantas cosas en la Facultad y no iba a hablar de esto, iba a hablar de otro profesor… y ahora me lo olvidé. ¡Ay, qué quemado que estoy, chabón! Te lo juro que iba a hablar de otro, y no de Waltito, pero me apareció Waltito… Bueno, otra vez un profesor de “Historia Social y Económica”, en primer año, me preguntó “¿qué es el hombre?”. Yo dije “bueno, el hombre es muchas cosas: el hombre es su talento, el hombre es su alma, el hombre es sus valores, el hombre es su capacidad, el hombre son sus sueños…”. Y el tipo dijo “no: error”. “¿Cómo ‘error’?”. “El hombre es lo que trabaja”. Dije “bueno, eso lo que dice Marx”, y el profesor me dijo “es lo que dice Marx y es lo que digo yo”. Y esa fue la única materia de primer año que no promocioné. Hoy, de grande, me da un poco de ternura pensar que hubo una materia que el problema que yo tenía era que estaba a la derecha del pensamiento de mi profesor. El resto de mi vida casi siempre me pasó todo lo contrario (en todos los órdenes de mi vida). Pero me acuerdo de esa materia.
Casi que ahora quisiera darle play al capítulo desde el principio a ver si me acuerdo de qué quería hablar, porque era algo de la facultad pero no era Waltito, era algo que aprendí… ah, ¡Catherine Kerbrat! Ahí me acordé. Todo esto para después digan “no, los efectos los pone, no graba en la calle, no, no. Eso está muy bien hecho, debe ser falso”. Si los pusiera a los efectos después tardo el doble.
Catherine Kerbrat, “Competencias Culturales”. La primera vez que lo escuché pensé que hablaba de gente que competía en la faz cultural, justamente porque yo no tenía la competencia necesaria para entender la otra acepción de la palabra “competencia”, y tenía que ver con ser “competente”, con entender ciertas referencias, cierto marco teórico conjunto. Cuando vivís en un lugar que no es donde naciste te pasa todo el tiempo que vos decís algo asumiendo que el otro imagina lo que sigue, y no pasa nunca (y viceversa). Sin ir más lejos pasa con las celebridades: quien para vos obviamente puede acceder a tal cosa, tal cosa, tal cosa, para otro no (y viceversa). Pero lo que me pasó el otro día fue un poco una lección de que hay que aceptar cada vez más que en un mundo hiperpolarizado no todo es blanco o negro. Estaba hablando con un chabón que es muy capo, muy inteligente, muy talentoso, muy creativo. Al que más de una vez me pasó de hablar de temas y que me diga “no, pero a mí eso no me importa”, “no, pero eso a mí no me interesa”. Y a mí me cuesta correrme de mi sesgo de lo que a mí sí me interesa. Casi que es un sesgo que tenemos todos: todos creemos que lo que a nosotros nos gusta le gusta a todos, que lo que a nosotros nos interesa les interesa a todos, y que lo que para nosotros es noticia es noticia para todos. Bueno, pues no. La cuestión es que hablando de nada, y de proyectos y de cosas y me preguntó “y… no sé, ¿cuáles son tus próximos pasos? ¿qué estás pensando? (de cierto proyecto en particular en el que hablábamos)”. Y mi respuesta fue “Tomar los medios de producción por las armas: eso es mi próximo proyecto”. Y me repreguntó “pero, ¿por qué? ¿a qué te referís?” y un poquito ahí se me empezó a venir el mundo abajo, le digo “no, no… por las armas, ja ja ja”. “¿Vos decís ‘tener la última palabra’? ¿’tener la decisión en el proyecto’?” y ahí sí se me quemaron los papeles. Se me quemaron los papeles porque no estoy hablando de un pibe que es un boludo (todo lo contrario), no estoy hablando de un pibe que es… pero estoy hablando de un pibe que es emergente, de una generación… esto que estoy diciendo es “old man yells at cloud”[5], ¿no? “El viejo que putea a las nubes”, pero yo lo noto un poco eso: es esa generación de 30 que vive desconectado de la política, que le pasó de costado la ola política que hubo (por lo menos en Sudamérica y te podría decir también en España con Podemos), esa politización y esa conciencia social de gente que está un poco ajena y de volver a meterse, y que por ahí por venir de un palo más derechoso, o más de #NoMeImportaLaPolítica le pasó por el costado. Y hay muchos: exitosos en su laburo, solo se dedican a su laburo, solo les interesa su laburo y todo el resto le pasa de costado. Y me mató que no entienda la referencia, y me acordé cuántas veces me pasaba en la época en que era joven y buscaba pareja. A mí me líquidaba si una piba con la que yo estaba (una mina con la que yo estaba) por linda, interesante, simpática, inteligente -llamale lo que quieras- que fuera, que me deslumbraba en cuanto tiraba alguna cosa que para mí era obvia, algún contexto… no estoy hablando de inteligente o no inteligente, porque no tienen nada que ver con eso: he conocido minas inteligentísimas pero que a mí me mataba la moral que no compartiéramos los mismos chistes. Decir una referencia y que pase una, no pasa nada; dos, no pasa nada; tres, empezás a dudar; cinco, no tenemos más nada que hablar. Y no estoy orgulloso de eso, no estoy orgulloso de eso. Más vale todo lo contrario: me gusta, con los años, saber que tengo distintos amigos que tienen distintas competencias culturales. No con todos mis amigos hablo de fútbol, no con todos mis amigos hablo de política, no con todos mis amigos hablo de humor, no con todos mis amigos hablo de internet, no con todos mis amigos hablo de cine. Sin embargo, la desilusión grande es cuando uno, que por contexto vos decís “este tiene esto, esto y esto, obviamente que esto me lo va a entender” y no lo entiende. Y te mata. Y te mata. Insisto, en este caso en particular también hay una cosa generacional: yo estaba haciendo alusión a un concepto, un paradigma setentista (si querés) y este flaco nació a fines de los 80. Pero bueno, me quedé con eso. ¿Cuántas veces debo ser yo el que defraudo a alguien no entendiendo la referencia? ¿Cuántas veces debo ser yo el que alguien se queda mirando y diciendo “ya si no entendiste esto ya no hay más nada que hablar”? Con mis amigos de IT me pasa mucho: yo considero que sé más de tecnología que el promedio de mis amigos (si agarro todos mis amigos que tengo en la vida y hacemos como un examen de tecnología, yo estoy arriba del promedio de las notas que saquemos), pero a la vez estoy abajo de los que saben mucho, bastante abajo. Y eso un poco me hace acordar a esa profecía autocumplida que cuando yo era joven me decían que había que evitar. “El que mucho abarca poco aprieta” me decía mi padre que es abogado. A los abogados claramente abarcan y aprietan muy fuerte una cosita. Por suerte con el tiempo mi amigué con esa idea de que puedo abarcar mucho y puedo no apretar mucho y no pasa nada. Quizá por eso este podcast no se llama “Miren todo lo que aprieto” sino que se llama “No Es Nada”.
[1] https://www.goodreads.com/author/list/1415689.Catherine_Kerbrat_Orecchioni
[2] https://www.unlz.edu.ar/
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81rbitro_asistente_de_video
[4] http://www.walterbensusan.com.ar/index.html
[5] https://knowyourmeme.com/memes/old-man-yells-at-cloud