Esta es la foto sacada antes de que exista Instagram de la que hablo en este episodio. Y también del querido ECDC. Que ahora está en FB
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349. EC/DC
“La calle Ponzano, nació a la intemperie…”. Un lunes en la calle de los restaurantes[1] (“es como tocarle las pelotas a un muerto”, diría Tangalanga[2], pero yo no soy Tangalanga, entonces no lo puedo decir), es rara la sensación. Es como pasar por una discoteca de día. Pienso un poco en cómo es tener un restaurante hoy: después de si sobreviviste a las pandemias y a los cierres que hubo en todas las grandes ciudades, si te reinventaste, si te transformaste en un delivery, si por el contrario sos de los que apuestan y viste que era una época en que los locales están más baratos. En que locales que siempre están ocupados de repente pasaron a estar libres. ¿Sos vos esa persona que yo quise ser que dije “este es el momento de emprender”? ¿”Este es el momento de poner un bar”? ¿”Este es el momento de poner un restaurant”? Por supuesto no lo hice. Del “quiero poner un bar” a ponerlo en marcha hay bastante distancia. Pero pienso eso: ¿cómo sobresalís? En esta calle en Madrid que se llama Ponzano están, uno al lado del otro, unos restaurantes que se disputan la atención de los comensales. Es cierto que en las noches están llenos casi todos, pero hay algunos que casi parecieran tener una maldición, que vos los ves de afuera y están siempre vacíos. Los detalles son poquitos, qué se yo: justo estoy en frente de uno que tiene una luz muy fría adentro, casi de carnicería. No podés tener una luz de carnicería en un restaurant. Las cartas en QR[3] (una cosa que odio), alguien debería saber que un QR no es ni más ni menos que una URL[4] de una página: si vos me ponés “restaurantcarlito.com” es mejor que andar intentando levantar el bendito QR que no levanta nunca. O poné las dos, esa es la que va. Los platos que vienen decorados con el interés de que los subas a tus redes. Casi que importa más que el cliente saque una foto a que coma y diga “¡qué rico que es!”. Porque todos subimos la foto antes de comerlo (y que me desmientan si no es así). Son pocos los que sacan la foto, comen tranquilos y postean después. Yo, si la comida es caliente, soy uno de ellos. Odio comer comida fría, no lo tolero. Odio cuando en un restaurante vienen los platos en distintos tiempos, en distintos momentos. Está bien que pase en mi casa eso, pero vos justamente tenés que saber cómo hacer para que salgan al mismo momento. Ya ni hablemos de los trucos de los restaurantes de tener la luz esa que los mantiene calientes, que cuanto peor es el restaurante más tiempo está la comida ahí perdiendo tiempo.
Es loco como, a veces, algo adelantado a su tiempo no es valorado hasta después de su tiempo. Bueno, o quizá, no es que no es valorado: porque en su momento es valorado, quizá no es comprendido. O quizá hoy, visto a la distancia, decís “che, ¡qué loco!”. Nosotros inventamos Instagram. Sí, ya sé que suena… pero te lo digo: inventamos Instagram. Estaba yo en Tudela, Navarra[5] (es para otra historia contar cómo terminé en Tudela en el 2006) en la misma semana en que se suponía que “tenemos presupuesto para ir donde querramos: Roma, Bruselas, elegí. Copenhague”. Terminamos en Tudela, porque yo trabajaba para un canal de Guatemala, bueno… otro día la cuento. La cuestión es que en Tudela eran las fiestas patronales, esto es cerca de Pamplona[6]. Y allí se comen pinchos[7]. Tampoco vamos a discutir acá si Pamplona y Tudela son lugares vascos o no: ni ahí te los pueden responder a eso. Pero la comida vasca tiene los pinchos, que es básicamente una rodaja de pan con algo arriba y un pincho (un escarbadiente gigante) para que no se caiga eso. Hay infinitos pinchos en el país vasco. Son todos riquísimos. Ir de pinchos es divertidísimo y ahí, yo lo aprendí gracias a mi amigo Garra, que se va a cada lugar a comer el pincho bueno de ahí. Olvidate de sentarte y tener toda la comida en el mismo lugar. No, “vamos acá” y acá se come el pincho de boletus[8], que yo no sabía ni qué era boletus en ese momento. Boletus es un hongo muy grande, muy rico (una “seta” dicen acá). Si acá pedís, a los champignones le decís “dame esa bandeja de hongos” se cagan de risa porque hongos son los de los pies. Champignón es seta acá. Bueno, los boletus son unos gigantes, tienen la forma como de un butt plug[9]. Y entonces, ahí se come nada más que ese. “No, pero yo quiero tortilla”: no, tortilla acá no. “Pero ¿por qué? Si ahí dice que tiene”. No, porque tortilla vamos a ir a comer a lo de Alberto. Entonces fuimos a lo de Alberto. Y ahora vamos a ir acá a comer el de angulas[10]. Y cuando llegamos al de angulas yo dije “wow, ¡qué lindo esto!”, y me puse a sacar fotos. No con el teléfono, porque en el 2006 las cámaras de los teléfonos eran una basura. Con mi cámara digital, empecé a sacarle fotos, pero no a mí con el plato: al plato, solamente al plato. Y, ¿para qué? Vino corriendo de atrás el dueño del bar y me dijo:
— Pero qué estáis haciendo, ¿estáis locos?
— ¿Por qué? – le digo yo
— No, que aquí no vengáis a copiarme mis pinchos, porque este pincho lo hago yo así de esta manera, de toda la vida (y no sé qué)
Le digo:
— Que no, que no, que nosotros sacamos las fotos porque tenemos un grupo de amigos que compartimos entre nosotros las fotos de la comida
— Vamos, vamos, ¿qué te crees, que soy gilipollas? ¿A quién le vas a mandar una foto de un plato de comida si no tiene restaurante?
— No, no, que entre nosotros nos la mandamos. Somos un grupo de gente que nos juntamos a comer… es más, mire, tengo acá una tarjetita, se llama “El Cuerpo de Cristo”[11].
— Ya, no vengas aquí con estas chorradas. Aquí no me copias los platos porque yo…
— No, que no te copio los platos. Soy un comensal.
No hubo manera. Para el tipo no había manera lógica de que yo quisiera sacarle una foto a un plato sin mi cara. ¿Para qué? Si no me lo vas a copiar no hay otro motivo por el cual sacarle una foto a un plato. Hoy, seguramente, ese bar (por más antiguo que es) tiene un perfil en Instagram, y se congratula cada vez que la gente le saca una foto a sus pinchos.
En esa época había unos locos que habían montado una web que se llamaba “El Cuerpo de Cristo” y yo siempre tenía que aclarar “pero no es religiosa” (cuando yo invitaba a alguien, piola, a que vaya a esa comunidad). Era un foro, texto, alguna foto, pero era de discusión, de charla, de gente que le gustaba comer bien. Las tarjetas, eran unas tarjetitas de papel, en blanco y negro, que de un lado decían “El Cuerpo de Cristo” (“.com.ar” creo que era, o “.com”… no, “.com”, no me acuerdo) y del otro lado decía ocho o diez restaurantes recomendados de Buenos Aires. Por supuesto restaurants étnicos sin pretensiones, se usaba esa sigla, que era un restaurant étnico donde de verdad la gente de esa colectividad va a comer. No uno que se hace el cheto. Gracias a esa gente conocí Shogun[12], el lugar donde comí el mejor sushi de mi vida en la Argentina (después cuando fui a Japón cambió un poco mi balanza). Gracias a esa gente hicimos una comida en la Chocolatería Salgado[13], con el mismísimo Rodrigo Salgado[14] que es no sé qué generación de chocolateros y aprendimos un montón, y nos hizo una paella a la leña (yo nunca había comido paella a la leña). Gracias a esa comunidad, la primera vez que fui, fuimos a comer a la casa de Jorge Schussheim[15] (que ya no está entre nosotros). Yo no lo conocía, y ahí interactuaba Jorge Schussheim, entre otros, y yo tenía mucho miedo de cuánto iba a costar. Yo no entendía cómo era la cosa. “¿Ché, pero esta será gente de guita? ¿Mirá si voy y después me sale una fortuna?”. Me decían “No, vos quedate tranquilo, quedate tranquilo”. Era una época en que, para variar, yo no tenía trabajo. Y entonces tenía terror. Y me acuerdo que fui e insistí veinte veces que me dijeran cuánto costaba, antes de decir si iba o no iba. Alguien me dio un valor de referencia, era más o menos normal. Después aprendí con el paso del tiempo que en esas comidas de El Cuerpo de Cristo a rajatablas se hace la cuenta: ¿cuánto gastaste vos?, ¿cuánto gastaste vos?, ¿cuánto gastaste vos? y se hace una romana perfecta. Donde siempre alguno algo pone: “y, bueno, esto no lo cobres, esto lo regalo”, pero es muy democrática esa cuenta; o era, estoy hablando de hace muchos años. El asunto es que yo llegué a esta dirección en Palermo, me abrió el mismísimo Jorge Schussheim, un tipo que yo conocía por su labor artística, humorística, gran publicitario. Y pasamos a su casa, una casa enorme donde empecé a saludar a gente que solo conocía de internet. En esa época era muy usual eso en mi vida, pero en este caso en vez de ser con fines de levante de un chat, era con gente que le gustaba morfar tanto como a mí. Bueno, de más está decir que comimos bestial, el vino era una locura, el asado era una locura y yo temblaba. ¿Y cuánto va a costar?, ¿y cuánto va a costar? A la hora de hacer la famosa romana, se levantó Schussheim y dijo “no, en mi casa no va a pagar nadie”, y yo sonreí y me volvió la vida.
El Cuerpo de Cristo se anticipó a su tiempo. Debatir cocina, comida y restaurant gourmet, sin pose, sin hacerse los chetos (alguna que otra noviada se nos escapaba, pero siempre era con los pies relativa y bastantemente sobre la tierra). Los fundadores del sitio tenían la generosidad de que todo lo que les entraba de AdSense[16] (en esa época los sitios se fondeaban con AdSense) se invertía en una comida a la que se invitaba a la mesa chica. Así fue como alguna vez nos cocinó un chef francés que había caído a Buenos Aires para abrir un restaurant, y nos cocinó para probar lo que iba a hacer. No tenía nada que probar: hizo el mejor cochinillo que comí en mi vida. Alguna vez estuvo Sumito Estévez[17] como uno más de la mesa. Tuvimos lindas aventuras con esa gente. Estuvo adelantada a su tiempo, hoy tiene un grupo en Facebook: yo casi ya no entro porque no entro a Facebook tampoco, y porque me parece que las cosas que estuvieron adelantadas a su tiempo, ahí se tienen que quedar.
La prueba de vida del día de hoy, es que aclararon en los medios que la irrupción de China en la guerra cada vez es menos improbable[18]. Espero que sea fake news, la verdad que las cosas se ponen un poco espesas. No hay que ver fantasmas donde no los hay, pero al contrafantasma a mí dámelo siempre. No Es Nada.
[1] https://elpais.com/ccaa/2019/06/08/madrid/1560012765_244383.html
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Doctor_Tangalanga
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3digo_QR
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Localizador_de_recursos_uniforme
[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Tudela
[6] https://es.wikipedia.org/wiki/Pamplona
[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Pincho
[8] https://es.wikipedia.org/wiki/Boletus
[9] https://es.wikipedia.org/wiki/Butt_plug
[10] https://es.wikipedia.org/wiki/Angula
[11] https://www.facebook.com/ElCuerpoDeCristo-352733141428128/
[12] https://www.tripadvisor.com.ar/Restaurant_Review-g312741-d9585563-Reviews-Restaurante_ShoGun-Buenos_Aires_Capital_Federal_District.html
[13] https://www.chocolatesalgado.com/
[14] https://www.chocolatesfenix.com/
[15] https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Schussheim
[16] https://es.wikipedia.org/wiki/Google_AdSense
[17] https://es.wikipedia.org/wiki/Sumito_Est%C3%A9vez
[18] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60657076